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Presentación
El Gobierno y los empresarios están impulsando nuevas y más profundas formas de flexibilidad de la legislación laboral y de las condiciones de trabajo. Buscan lograr una total arbitrariedad en las condiciones de contratación y despido de los trabajadores, así como en el uso de la mano de obra.
Frente a esta ofensiva los trabajadores han desarrollado múltiples acciones de resistencia, desde conflictos puntuales, hasta paros generales, incluyendo jornadas y documentos de denuncia.
También se ha generado un debate acerca de las respuestas y alternativas válidas y posibles en el interior del movimiento obrero (ya sea en sindicatos, comisiones internas, agrupaciones) en instituciones de corte académico o que colaboran con organizaciones sindicales.
En ese debate, así como en los medios de comunicación, se hace referencia en muchos casos a la realidad de otros países, tanto para mostrar los extremos a lo que no se querría llegar (por ejemplo Malasia) o para mencionar ejemplos de lo supuestamente deseable. En este último caso se suele aludir a Japón o Alemania (este último país a veces incluido en el llamado modelo "Renano"). La mayor parte de las veces se suelen realizar afirmaciones a partir de un conocimiento fragmentario o caricaturesco de esas realidades, o bien a partir de la presentación que hacen los mismos empresarios.
Aquí pretendemos colaborar en la discusión aportando información sobre un caso especifico: el modelo japonés, presentando artículos que muestran otra cara de ese país, aquella que las consultoras, los medios de comunicación e incluso algunos profesionales de renombre tienden a omitir sistemáticamente .
Esta recopilación intenta, precisamente, alertar sobre los peligros que acarrea proponer supuestas soluciones que llevan a los trabajadores y al conjunto del pueblo, a un callejón sin salida, y que una vez más lo ubican como furgón de cola o fuerza de choque de alguna fracción de las clases dominantes.
La gravedad y profundidad de los cambios que estamos enfrentando, no deberían llevarnos a buscar virtudes donde no las hay (para los trabajadores) o a conformarnos con un hipotético mal menor, sino por el contrario debería impulsar la búsqueda de ideas y acciones que respondan a las necesidades e intereses de los trabajadores.
Surgimiento y actualidad del modelo Toyotista
El Toyotismo, supuesto método progresista de producción, es en realidad un desarrollo empresario que comienza en Japón con despidos masivos, represión y destrucción de sindicatos. El surgimiento de esta forma de producción no sólo responde a una búsqueda empresaria de mayores ganancias y productividad, sino también al intento de debilitar y someter a los trabajadores.
Se buscó, y logró, destruir un sindicalismo organizado y combativo. La derrota del sindicato en la Toyota, en 1950, con miles de despidos fue la primer derrota del sindicalismo combativo en Japón.
En 1952 y 1953 se producen nuevas derrotas, que incluyen lock-out empresario (Nissan), y represión. Luego de la desestructuración del sindicalismo, las empresas crearon lo que hoy constituye uno de los rasgos principales del movimiento obrero japonés: los sindicatos por empresa (tal vez sería más correcto decir sindicato de la empresa).
Incluso la Toyota disuelve el sindicato que la misma empresa había creado y lo sustituye por uno nuevo por la "la falta de colaboración del anterior". La campaña del nuevo sindicato se hizo a través del lema "proteger nuestra empresa para defender la vida." (Es llamativo que autores como Coriat comenten parte de estos hechos, para después hablar de los rasgos cooperativos y democráticos del modelo japonés).
Es así que a través de la represión y mediante diversas vías de cooptación (como mecanismos formales de partipación, una aparente estabilidad laboral, prestamos para la vivienda, etc. ) que utilizan las empresa, se constituye un sindicalismo totalmente subordinado a la empresa, que se limita a discutir pequeños ajustes en los marcos de las condiciones y objetivos impuestos por la empresa.
Incluso este tipo de sindicato existe prácticamente sólo en el caso de las grandes empresas, ya que a medida que desciende el tamaño de la planta es menor el grado de sindicalización.
Es a partir de esas derrotas, y la consiguiente imposición del modelo de producción toyotista (que es descripto en los artículos que conforman esta recopilación), que la industria japonesa logra una alta producción por obrero en relación a los promedios internacionales .
A esta mayor producción por obrero , se le une un fuerte superávit de la balanza comercial de productos manufacturados. Esta situación explica en parte los altos salarios de un segmento de los trabajadores japoneses.
Pero esa situación es impensable para todos los países al mismo tiempo (ni siquiera es posible para todos los países industrializados a la vez), ya que no existiría demanda que lo posibilite. El predominio japonés en algunos segmentos del mercado mundial es un nuevo capítulo de la lucha entre capitales, donde los más poderosos subordinan o directamente destruyen a los demás con la consiguiente secuela de desocupación, cierre de empresas, empobrecimiento de ciudades enteras, etc.
Los altos niveles salariales en Japón se explican además por las ganancias provenientes de las plantas de empresas locales ubicadas en otros países, es decir es un bienestar basado en la explotación de otros trabajadores.
Ahora bien, a partir de la creciente competencia de empresas de otras nacionalidades, y frente al alto costo relativo de la mano de obra, y a la falta de trabajadores debido al trabajo alienante en las plantas , las empresas han tomado dos caminos: automatizar aún más sus plantas (como la planta Nissan de Kiushu, o la Mazda en Hofu), o transferir sus plantas al exterior (como Sony o Toyota).
En la actualidad se puede ver que las empresas están trasladando sus plantas a Malasia, Singapur, etc. y en este momento Japón esta adquiriendo electrodomésticos producidos por empresas japonesas radicadas en el exterior. Las empresas utilizan el mismo argumento que aquí: los menores costos salariales y la flexibilidad para el uso de la mano de obra que hay en esos países. Buscan la competencia entre trabajadores, a través del chantaje y la amenaza de cerrar la planta y transferirla a otra región, donde los costos serían más bajos y los trabajadores más "colaboradores".
En 1993 el Ministerio de Trabajo de Japón informó que el 60% de las empresas había iniciado una reducción de personal vía despidos, retiros adelantados y cese de contratos, limitándose también las horas extras. Además están teniendo lugar reducciones salariales y recortes en los beneficios.
Frente a esta realidad incluso los sindicatos más subordinados a la patronal empiezan a pedir que no se reduzcan puestos de trabajo.
Es decir, que si bien parte de los trabajadores japoneses están mejor económicamente que en nuestro país (ya veremos a qué costo), también están amenazados por la flexibilidad y la reestructuración, y están perdiendo derechos y conquistas.
Las condiciones de trabajo en Japón
En primer lugar se debe realizar una distinción que es ignorada o ubicada en un segundo plano en los estudios: existen en Japón al menos dos mundos laborales claramente diferenciados. Uno se corresponde con el personal estable de las grandes empresas vinculadas a la exportación, que abarca cerca de un 30% de la mano de obra. Este sector es el que cuenta con los supuestos privilegios del empleo vitalicio y la carrera dentro de la empresa, que son tan mencionados y elogiados (ya veremos párrafos abajo lo relativo de esos beneficios).
Pero existe un segundo mundo, ampliamente mayoritario -cerca de un 70% de los trabajadores-, para el cual términos como empleo vitalicio, carrera laboral, etc. no tiene ningún significado.
Es decir que el supuesto bienestar de los trabajadores es en realidad la situación de un sector acotado, una tercera parte de ellos, en tanto que el resto se encuentra en condiciones semejantes a las nuestras o peores.
Veamos en primer lugar las condiciones de trabajo de ese segmento "privilegiado":
El empleo vitalicio, del que tanto hablan los defensores del toyotismo, comienza a ser implementado en 1965, se aplicó exclusivamente en este sector, y en la actualidad está siendo abandonado por las empresas. Pero además significa el retiro obligatorio a los 55 años, o la transferencia a puestos de menor responsabilidad. Además de ningún modo significa una estabilidad absoluta, ya que si un trabajador es problemático para la empresa puede ser despedido sin mayores contemplaciones.
El salario por antigüedad, también una institución en este sector, significaba un mecanismo de retención de los trabajadores en la empresa, un método para garantizar la "fidelidad", ya que el cambio de empleo implicaba perder parte del salario. Pero la parte del salario que era determinada por la antigüedad, ha sido paulatinamente reducida en tanto que se amplia el salario por mérito, mérito que es definido subjetivamente por los jefes.
Pero incluso estos beneficios, que están siendo abandonados, se basan en muy duras condiciones de trabajo. Una muestra de esas penosas condiciones laborales en Toyota lo brinda el alto grado de rotación de la mano de obra: en 1990 un 25% de los trabajadores abandonaban la empresa en el primer año, es decir que no soportaban un año las formas de trabajo que impone la empresa.
En general, es difícil para las empresas industriales obtener mano de obra, ya que los jóvenes con estudios secundarios (principal fuente de trabajadores de la industria japonesa) consideran a los empleos como "sucios", "duros" y "peligrosos". Esto obliga a los fabricantes a imponer horas extras a los restantes trabajadores, y a contratar personal temporario.
Mientras los defensores del toyotismo hablan de las virtudes históricas del modelo, y elogian al supuesto enriquecimiento del trabajo, los jóvenes japoneses eluden o huyen de un sistema "tan humano", y la propia Toyota se vio obligada a comienzos de los años 80 a realizar concesiones (como ampliar los volúmenes de stock, y restringir el alcance del Justo a Tiempo), y modificar la estructura productiva para obtener mano de obra con mayor permanencia.
Toyota ha desarrollado últimamente formas más sutiles y perversas de explotación que las formas que usó clásicamente, para retener la mano de obra y a su vez aumentar sus márgenes de ganancia. Entre ellas se encuentra la búsqueda de la autoadjudicación de responsabilidades que luego serán controladas por los jefes. En los hechos significa una nueva forma de remuneración por producción.
También se transfiere mayor responsabilidad hacia los trabajadores en lo que respecta al aumento de la producción. Y como se sabe mayor responsabilidad sin mayor autoridad sólo significa mayor presión y tensión.
Para ese tercio de trabajadores en mejores condiciones que el resto, la contracara de los beneficios del empleo de por vida y el salario por antigüedad, es una de las jornadas laborales más largas del mundo (un promedio de horas de 2200 anuales en el sector automotriz), ritmos agotadores y el Karoshi, la muerte súbita por exceso de trabajo. Tal vez sea precisamente el Karoshi la mejor demostración de las condiciones de trabajo para los trabajadores japoneses, el síndrome de agotamiento físico y mental, que de acuerdo a las últimas informaciones provoca alrededor de 1800 casos de infartos de miocardio, paros cardíacos y hemorragias cerebrales por mes, representando unas 10.000 muertes por año (sobre este tema se incluye un breve trabajo de Ben Watanabe). Se basa además en el perjuicio de los restantes trabajadores, y es posible a partir de un enfrentamiento entre los propios trabajadores. Esta es la "promesa" Toyotista.
Por supuesto que en el 70% restante de los trabajadores no existen los beneficios pero si los perjuicios antes señalados. En este segmento mayoritario de la clase obrera, las condiciones de trabajo, la pobreza y las condiciones de vida son en muchos casos semejantes a las del tercer mundo.
Es más, se puede decir que en la base del sistema japonés de producción se encuentran trabajadores descalificados, realizando tareas manuales, con herramientas simples, sin protección legal y con bajos salarios.
En muchos casos no existen fines de semana u horario laboral, ya que el trabajador debe estar disponible cuando las grandes empresas necesitan aprovisionarse de suministros de acuerdo al Justo a Tiempo.
Cabe acotar que incluso en las grandes y poderosas empresas se encuentran trabajadores sin ningún tipo de estabilidad, realizando las mismas tareas que los trabajadores estables, pero con menores salarios y con jornadas más elevadas de trabajo.
De este sector también forman parte trabajadores inmigrantes que realizan los peores trabajos, en pésimas condiciones y con salarios aún más bajos .
En lo que hace a la forma de organizar el trabajo y la producción del modelo toyotista, se puede decir que la primera condición -imprescindible-, para que pueda funcionar, es la flexibilizacion de los derechos de los trabajadores. Se debe poder disponer de la mano de obra en la cantidad y en las condiciones que en cada momento considere necesaria la empresa.
La producción se estructura a partir de un número mínimo de trabajadores (aquellos que tendrían las "ventajas" de las que tanto se habla, pero que deben estar entregados de cuerpo y alma a la empresa), y se amplia a través de la contratación, el trabajo a destajo, o las horas extras (lo que explica la altísima cantidad de horas trabajadas por los obreros automotrices de Japón)
Otro elemento central es el trabajo en equipo, que implica un fuerte control entre los propios trabajadores. Dado que la carga de trabajo, la responsabilidad sobre la producción, y los premios son grupales, cada miembro del grupo se constituye en un jefe de sus compañeros, tanto para controlar el trabajo como para controlar el ausentismo.
Un tercer elemento clave en el modelo toyotista es el tan elogiado sistema Kaisen de mejora continua de la producción. Consiste en cambios y mejoras en la maquinaria, la organización del trabajo y la producción propuestas por los trabajadores. Pero esta "mejoras" deben apuntar al aumento de los ritmos de trabajo, la reducción de los tiempos muertos y la reducción del número de trabajadores necesarios para llevar adelante la producción, teniendo como contrapartida un plus salarial.
El problema es que pasado cierto tiempo se establecen nuevos standares productivos (es decir nueva cantidad de producción, nuevos ritmos y cantidad de trabajadores) a partir de la aceleración de la producción lograda por las propuestas de los propios trabajadores, y ese es el nuevo piso que se debe superar para lograr el plus en las remuneraciones.
La trampa de lograr mayor producción en base a una promesa salarial, para que luego esos nuevos y mayores ritmos de trabajo queden como obligatorios sin la mejora salarial, no es nueva ni desconocida por los trabajadores sólo que aquí se la denomina con el elegante nombre de Kaisen. Este sistema implica a su vez una tendencia continua a la reducción de la mano de obra, ya que se logra mantener o aumentar la producción con menos gente.
Por otra parte los llamados métodos participativos (círculos de calidad, programas de sugerencias, etc.) son medios para apropiarse del saber obrero, para lograr que los trabajadores se involucren con los intereses de la empresa y tomen sus objetivos como propios. A su vez buscan que estos canales de expresión reemplacen a los sindicatos.
No hay en el modelo toyotista promesas o elementos favorables a los trabajadores. La transferencia del Toyotismo a occidente no significa un enriquecimiento del trabajo, ni una mayor democratización de las relaciones laborales, sino que por el contrario implica la intensificación del trabajo, el aumento del tiempo de trabajo, la precarización del empleo, y la destrucción de un movimiento obrero autónomo. Implica la creación de sindicatos como apéndices de la gerencia de relaciones humanas de la empresa .
Significa además transferir la competencia entre capitales a la competencia entre trabajadores incluso dentro de la misma empresa.
El Toyotismo significa una continuidad y una profundización de las formas históricas que toma el proceso de trabajo bajo el capitalismo. Es así que no desaparecen, sino que aumentan la subordinación del trabajador a la maquinaria y al plan empresario, la descalificación del trabajo, la eliminación de los tiempos muertos con la consiguiente intensificación del trabajo, y la expropiación del saber obrero (aunque ahora aparezca en la superficie, por ejemplo, como entrega voluntaria del saber a través de los círculos de calidad), elementos inherentes al desarrollo del proceso productivo en el capitalismo.
Considerando al conjunto de los trabajadores, sin diferenciar por sector, se pueden ver algunas cifras que muestran el grado de intensidad del trabajo. Es decir que la alta productividad de la industria japonesa se debe en gran medida a un prolongado tiempo de trabajo y a ritmos infernales en la producción.
El promedio de horas anuales trabajadas es de 2023 (el promedio europeo es, por ejemplo, de 1668 horas), y de ellas aproximadamente 150 horas, cerca de 19 días de trabajo al año, son horas extras no remuneradas, que se brindan como "colaboración" con la empresa.
El tiempo promedio de descanso en Tokio es de 5 horas y 21 minutos, en tanto que el período de vacaciones efectivamente tomados suele variar entre 5 y 9 días.
Despues de este breve análisis de las condiciones de trabajo en el Japón, pasemos a un tema intimamente relacionado con los formas de producción, y las condiciones de trabajo: la discusión sobre la competetividad.
Acerca de la competitividad
Es frecuente que junto a los llamados a imitar a los países supuestamente triunfadores, se encuentren propuestas que hablan de los modos "virtuosos" de lograr la competitividad.
Entonces economistas, sociólogos, gobiernos, empresarios, medios de comunicación, etc. repiten que "debemos ser competitivos", que la única salida y la única forma de lograr mejoras para los trabajadores es la competitividad.
Aquí pretendemos dejar planteada una discusión, que seguramente requiere ser ampliada: si aceptamos la lógica de la competitividad quedamos instalados en el terreno de los empresarios. En ese punto sólo no queda aceptar la flexibilidad, la desocupación y la rebaja y flexibilidad salarial, y a lo sumo podemos discutir ciertos matices, es decir "humanizar el modelo". Obviamente la salida no pasa por decir "no seamos competitivos", sino por la necesidad de pararse en otro lugar, de no hacernos cargo de las necesidades del capital y construir una lógica de los trabajadores.
La posibilidad de lograr frenar la destrucción de las conquistas del movimiento obrero, está directamente relacionada con la necesidad de romper con el discurso de la competitividad que lleva al enfrentamiento entre los trabajadores.
El desarrollo del capitalismo implica una continua y creciente concentración y centralización del capital, y conlleva una lucha por ganar nuevos mercados donde los únicos beneficiados (cualquiera sea la forma que tome la competencia) son los sectores empresarios más poderosos. La competitividad es precisamente eso: asegurarse los mercados que se tienen y ganar nuevos mercados. Por supuesto los mercados que se ganan alguien los pierde y eso significa trabajadores que pierden su fuente de trabajo.
En este marco planteos tales como competitividad-calidad, competitividad-no costo o conceptos semejantes, es decir formas de competencia en las que nadie perdería, que plantean Coriat, lipietz y demás integrantes de la Teoría de la Regulación, suenan muy ingenuos.
La posibilidad de una competencia sin destrucción de fracciones del capital y sin reemplazo de trabajadores por maquinaria, sólo existe en la imaginación de quienes quieren ser "progresistas" por un lado, y no enfrentar a las empresas y el estado por el otro.
Si se acepta esa lógica se deben aceptar las condiciones patronales para ser más competitivos que las otras empresas del propio país y que los otros países. Esto lleva a que los trabajadores de las otras empresas o países a su vez acepten bajar salarios y perder conquistas, por lo que a su turno uno deberá ceder....Un juego que nunca termina, en el que los trabajadores pierden siempre y cada vez más y en el que los empresarios avanzan y salen cada día más fortalecidos.
Y no se trata simplemente de una transferencia de empresas y puestos de trabajo de un país a otro. Los puestos de trabajo que se pierden en un país no se crean en su totalidad en otro. En la medida que la transferencia de plantas responde a que en los países receptores se aceptan condiciones de trabajo más perjudiciales e injustas, con menos trabajadores se logrará la misma o una mayor producción.
Los profesionales o dirigentes que acepten el discurso de la competitividad (en nombre de la defensa de las fuentes de trabajo, de la modernidad, de la eficiencia o cualquier otra idea por el estilo), están llevando al movimiento obrero, concientemente o no, a la división, al enfrentamiento entre trabajadores, a la perdida de las conquistas más elementales y a la destrucción de los sindicatos como instrumento autónomos de defensa de los trabajadores.
Frente a la lógica de la competitividad debe construirse otra lógica, con otros valores, otros objetivos y otras herramientas, lógica que podemos llamar provisoriamente de solidaridad de clase. Pero esto no es, o no debería ser, una abstracción, o una declaración de buenos principios. Por el contrario, debería significar en primer lugar poner freno a la ofensiva empresaria que lleva al deterioro de los salarios y las condiciones de vida y trabajo, a la precarización del empleo, etc.. Implica no competir con los trabajadores de otras empresas o países, sino por el contrario estrechar vínculos con ellos, articular acciones, apoyar a los trabajadores en huelga y sus reclamos, levantar programas comunes. Supone no sólo manifestar solidaridad ante conflictos o luchas, sino además avanzar en el desarrollo de organizaciones y acciones conjuntas.
Los artículos
En esta compilación de materiales presentamos trabajos de distintos autores japoneses, todos ellos vinculados al movimiento obrero.
En primer lugar se incluye un artículo de Muto Ichiyo que analiza el desarrollo histórico del modelo japonés de producción, las formas bajo las cuales se crea el "mundo de la empresa", los aspectos que conforman la organización productiva, y el proceso de erosión del poder obrero. Para esto Ichiyo estudia la realidad de distintas empresas japonesas.
El segundo artículo, de Hideo Totsuka, habla de las corporaciones japonesas desde la perspectiva de las relaciones laborales, y también apunta a definir las debilidades de esta sociedad corporativa, y las posibilidades con que cuentan los sindicatos dadas las grietas del sistema.
El tercer trabajo, de Ben Watanabe, realiza un análisis del surgimiento y características de la organización de la producción específicamente en la empresa Toyota.
El último texto, también de Watanabe, realiza un breve descripción del Karoshi, el síndrome que puede llevar a la muerte por exceso de trabajo, situación que se esta extendiendo y generando numerosos debates en Japón.
Queremos agradecer por último, a todos aquellos que nos facilitaron los trabajos que aquí se incluyen, y nos permitieron su publicación.
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