Por L. V.
En los lugares de trabajo se
está dando una recomposición de la vida sindical. El proceso a
veces se muestra con fuertes avances, como en el caso de los
subtes, pero en la mayoría de los casos es todavía molecular,
dice Oscar Martínez. Sociólogo, integrante del Taller de
Estudios Laborales (TEL), el especialista agrega que uno de
los principales desafíos que enfrenta la nueva militancia
gremial es superar la fragmentación. “Ahora en una oficina o
en una fábrica hay una mezcla: trabajadores estables,
contratados, pasantes o becarios, trabajadores por factura.
Esa diversidad de situaciones atenta contra la posibilidad de
construir un colectivo y dar una respuesta
unificada”. –¿Con qué sindicatos trabaja el TEL? –Con un
arco bastante amplio: gremios de la CGT, de la CTA y
agrupaciones o comisiones internas que están a la izquierda.
Por ejemplo, con la Federación Judicial Argentina, de la CTA,
y con compañeros de la Unión de Empleados Judiciales de la
Nación, del MTA. Con bancarios de la CTA y también con
bancarios opositores a la conducción de la CTA. –¿El TEL
está vinculado a algún partido? –Casi todos nosotros
venimos del marxismo, pero ninguno tiene en la actualidad
militancia partidaria. No lo digo orgulloso: ‘soy un
independiente de izquierda’. Ojalá tuviera un espacio en el
que me sintiera representado. Pero... en fin, no somos
orgánicos de un partido ni de una corriente sindical. –¿Eso
los ayuda? –En un sentido, sí: la gente que se acerca nos
tiene mayor confianza. –¿Pero? –Pero a la vez, nadie nos
cree, nos están mirando todo el tiempo a ver si es
cierto. –¿Qué piden los trabajadores que se acercan al
TEL? –En los inicios, en los ’90, que les explicáramos de
qué se trataban cosas como la calidad total, la ISO 9000, la
flexibilidad. Ahora, en cambio, los que vienen están buscando
generar espacios para discutir cómo pelear, porque en muchos
casos, todavía no se visualiza de qué manera
resistir. –Ustedes han hecho una serie de estudios sobre
las condiciones de trabajo. ¿Qué panorama ven? –Se están
pagando las consecuencias de la flexibilización, de la que se
impuso de hecho y de la sostenida por las leyes. Hay un
panorama de flexibilidad en los contratos, flexibilidad
horaria, flexibilización funcional. La flexibilidad es
arbitrariedad y prepotencia, y esto es lo que reina en los
lugares de trabajo. Por eso, aunque siempre se dice que el
gran problema laboral es la desocupación, yo lo relativizaría.
En primer lugar hay un problema muy grave con las muertes por
accidentes laborales. –¿Qué datos existen sobre la cantidad
de accidentes? –Los oficiales, que brinda la
Superintendencia de Riesgo del Trabajo, hablan de alrededor de
800 muertes por año. Es una cifra alta, porque implica tres
muertes por día hábil de trabajo. Y refleja sólo lo que pasa
con el trabajo formal. –¿Estas malas condiciones están
presentes en todos los sectores de la producción? –Nosotros
vemos que hay sectores llamados modernos, pero donde las
condiciones de trabajo se han deteriorado. Un ejemplo es el de
la telecomunicación, con los operadores telefónicos, pero pasa
también en los bancos, en los supermercados, en las empresas
de electricidad privatizadas. Todo ese sector es la
demostración de que el discurso de que la inversión va a
resolver los problemas de trabajo es falso. Vayamos a las
telecomunicaciones, donde la situación de los operadores
telefónicos, de 15 años a esta parte la situación es terrible.
Las condiciones cambiaron por la cantidad de clientes que
atienden en el día. En las entrevistas que hemos hecho,
encontramos mucho sufrimiento en esos puestos. Tienen una
carga mental porque deben dar respuestas continuamente, pero
hay además un sufrimiento psíquico por la presión de los
supervisores y las escuchas. Los operadores trabajan también
sabiendo que en cualquier momento, el supervisor puede estar
escuchando su conversación con el cliente. –Los telefónicos
dicen que en los últimos dos años la situación
mejoró. –Mejoró, pero la presión es mucho más fuerte en las
empresas que no están sindicalizadas con telefónicos. Hay
muchas empresas tercerizadas, que tienen a los trabajadores
como empleados de comercio. Ahí las condiciones son
bravísimas. En ritmo de trabajo, en bajos salarios y en falta
de derechos. –¿Se refleja eso en nuevas enfermedades
laborales? –Sí. Mientras en el pasado las enfermedades
laborales tenían que ver con un perjuicio físico directo, hoy
además hay somatizaciones. El motivo es que el trabajador
tiene más responsabilidades, pero no tiene mayor poder de
decisión. –¿Tiene menos control sobre la tarea que
hace? –Exactamente. Una de las fuentes primarias de estrés
es hacerte responsable de algo y a la vez no darte los medios
para que salga bien. Empresas que dicen que tienen que ser
responsables de la calidad, pero a su vez él no puede decidir
con qué tecnología trabaja, cómo se organiza el trabajo, ni
sus ritmos. –Usted decía que uno de los problemas es la
fragmentación. ¿Qué tipo de respuestas van surgiendo frente a
ella? –Las telefónicas tenían miles de pasantes; ahí la
lucha gremial consiguió su pase a contratados. Los judiciales
lograron efectivizar a los meritorios. También hay lugares
donde los efectivos han salido a defender a los tercerizados,
como pasó en el hospital Posadas con el personal de limpieza,
y en el subterráneo. Creo que en esto hay un aprendizaje de la
clase. En muchos de los casos, quienes han impulsado estos
procesos son los jóvenes. Uno dice ¿cómo este pibe pudo
organizar esto? Bueno, hay un saber que flota, que se aprende
de un tío, de una clase en el secundario o la
universidad. –En esa búsqueda ¿están surgiendo nuevos
métodos? –Se han retomado métodos, en muchos casos con
recursos que recuerdan a los orígenes del sindicalismo. Se ve
gente que se organiza a través de boletines casi sociales, de
fiestas, de reuniones. A veces empiezan haciendo una colecta
para alguien que tuvo un problema. Se está recreando lo
colectivo, igual que como empezó el movimiento obrero, con sus
mutuales, con sus sociedades de protección. Se apela mucho a
la clandestinidad, porque la democracia no entró en los
lugares de trabajo. En la mayoría de los lugares, al primer
intento de organización hay despidos. Entonces la gente se
reúne lejos de la empresa. –¿Qué posibilidades de
organización gremial ve con nuestros niveles de
desocupación? –La desocupación pesa, sería estúpido
negarlo. Pero no hay una relación lineal, si uno piensa en
diciembre del 2004 con la lucha de los telefónicos y del
subte, o si se mira diciembre del 2001. La gente recuerda el
19 y 20, pero en los 15 días anteriores con paros, un paro
general, y en todos los casos la desocupación es altísima. La
desocupación disciplina, pero no impide. Y hay determinados
procesos políticos y sindicales que hacen que la gente pierda
el miedo y se organice. –¿Qué alcance real tiene este
proceso? Porque Daer, Cavalieri, Barrionuevo siguen
existiendo. –Nosotros coincidimos en que hay una
recomposición, pero decimos que es molecular y muy debajo. Hay
gente que está buscando cómo organizarse. Una cosa es decir
que hay un proceso de recomposición y otra muy distinta
queestamos a un paso de cambiar la situación. Con dirigentes
sindicales empresarios es muy difícil mantener cualquier
lucha. –Y no son sindicalistas apoyados en un poder
monárquico, ¿no? –En algún punto expresan también a la
clase obrera. Hay sectores donde los trabajadores se quieren
organizar y no los dejan, pero hay sectores donde los
dirigentes representan aunque sea por el voto, a los
trabajadores. No son reyes ni viven por pura represión. No es
que tenemos una Argentina donde intentan formarse miles de
listas opositoras y no pueden. Hay una izquierda que se lo
cree, uno lee los periódicos de izquierda y no se entiende por
qué estos dirigentes se mantienen si las masas están luchando.
Ahora, también hay lugares donde la gente efectivamente se
organiza. Y cuando se organiza, lo hace en contra de esos
dirigentes.
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