De los trabajadores argentinos
  Superexplotación

Oscar A. Martínez - Integrante del Taller de Estudios Laborales (TEL)

Mientras se incrementan los sectores del movimiento obrero que luchan por un aumento salarial y por sus condiciones de trabajo, y por otra parte empieza a instalarse el debate sobre la jornada de 6 horas, los empresarios y en buena medida el gobierno, hablan -una vez más- de la necesidad de crecer o de consolidar el crecimiento antes de discutir salarios o reducción de la jornada. Insisten con la necesidad de lograr o mantener competitividad y mejorar la productividad. Incluso sectores que se reclaman progresistas (entre ellos dirigentes sindicales) plantean que hay que ser cuidadosos con los reclamos, para no “arrinconar” al gobierno.

Pero, ¿que pasó con la productividad (entendida como producción por obrero) en los últimos años?; ¿cómo evolucionó el salario y el costo salarial por unidad de producto?; lo que está en discusión, ¿es una mejora o simplemente se trata de recuperar algo de lo que se perdió?

Las cifras existentes son por demás claras y demuestran que el llamado a “ser razonables en los pedidos” sólo sirve para mantener la superexplotación y la dominación de los trabajadores, y que en lo esencial nada ha cambiado, sino que por el contrario se mantiene y profundiza la concentración de la riqueza.

Un primer dato a mencionar es el fuerte aumento de la producción por obrero y por hora trabajada en la industria (no se cuenta con cifras confiables de otros sectores). Entre 1995 y 2003 estos dos indicadores muestran un aumento de casi el 40%. Esto es especialmente marcado en los grandes grupos económicos y las transnacionales. Puede tomarse como ejemplo la industria automotriz. En este caso hubo un fuerte aumento de la producción por obrero y más marcado aún por hora. En una década, de 1991-2002, la producción por cada obrero que trabaja en esta rama de la producción subió un 73% y la producción por hora trabajada aumentó un 137%. Incluso puede verse que el peso de los salarios en el valor de las ventas de las terminales automotrices bajó a la mitad entre 1991 y 2002.

Por otra parte los balances de las empresas concesionarias de los servicios públicos privatizados muestran que, aunque exigen aumentos de tarifas y se quejan de su situación, sus ganancias siguen creciendo.

Todo esto sin considerar las fantásticas ganancias de los sectores exportadores que se enriquecieron (y siguen enriqueciéndose), a la par que la pobreza se extendía a lo largo del país.

Todos estos aumentos en la producción por obrero y en las ganancias, no se deben a la inversión empresaria, a la introducción de tecnología o mejoras técnicas de las empresas, sino que por el contrario responden centralmente a la fuerte intensificación del trabajo -mayores ritmos y mayor carga de trabajo- y a la extensión de la jornada laboral producto de la flexibilización legal y de hecho que han implementado patronales y gobiernos.

Entre los principales rasgos de la evolución de la situación laboral en los últimos años pueden mencionarse los siguientes:

-  Una fuerte extensión del trabajo precario, en negro, que llega en la actualidad a cerca del 40% de los asalariados, a lo que se agrega la precarización «legal» utilizada en primer lugar por el propio Estado (incluso con el gobierno actual).

-  Una flexibilización de las condiciones de contrato y de uso de la mano de obra que se implementaba en nombre de bajar la desocupación y sólo servía para aumentar las ganancias y las atribuciones de los empresarios a la vez que facilitaba los despidos.

-  Prolongada jornada de trabajo, entre las más elevadas del mundo. El promedio en el Gran Buenos Aires es de unas 45 horas semanales, y más de la tercera parte de los trabajadores trabaja más de 45 horas a la semana. Esto es especialmente marcado en sectores como el bancario o los supermercados, con inmensas ganancias y jornadas interminables. Patronales que no pueden alegar dificultades económicas, y que podrían generar puestos de trabajo en forma inmediata si simplemente se respetaran las 8 horas de trabajo.

-  Una caída del salario real especialmente marcada entre los trabajadores precarios y los estatales, que se agrava sustantivamente con la salida de la convertibilidad y la devaluación de la moneda. Entre diciembre de 2001 y junio de 2004 para el conjunto de los asalariados la caída de las remuneraciones es del 16%, pero para los trabajadores en negro y estatales llegó al 30%.

-  Paralelo a esto tuvo lugar un fuerte aumento de la desocupación. Es decir que mientras que por una parte se producía cada vez más, por otra se expulsaba mano de obra y empeoraban las condiciones laborales.

Lo señalado anteriormente que podría ampliarse si consideramos otros aspectos de la realidad laboral, muestra que los trabajadores ya han perdido demasiado mientras las patronales se han beneficiado cada vez más (aunque para ellas nunca es suficiente). En este marco es que no sólo es justo sino necesario luchar por derogar toda la legislación flexibilizadora, eliminar el trabajo en negro, el fraude laboral y el trabajo precario disfrazado de cuentapropismo (monotributistas y otros trabajadores por factura -principalmente en el Estado-), por un aumento inmediato del salario y por la reducción de la jornada laboral.