Reportaje a Oscar Martínez. Taller de Estudios Laborales


  SUTEBA

En defensa de la escuela pública     

Inicio Trabajo Docente Educación y Pedagogía Infancia y Derechos Humanos Beneficios Sociales
    SINDICATO UNIFICADO DE TRABAJADORES DE LA EDUCACION DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES   Miercoles 5 de Abril   
BUSCADOR
CONSULTAS
Mapa del Sitio
Información Institucional INFORMACION INSTITUCIONAL
Seccionales SECCIONALES
Agenda AGENDA
Acciones gremiales ACCIONES GREMIALES
Derechos Laborales DERECHOS LABORALES
Capacitacion Pedagogica CAPACITACION PEDAGOGICA
Precios Medicamentos PRECIOS EN
MEDICAMENTOS
Aplicaciones Suteba APLICACIONES
SUTEBA
Piedras 740, CP 1070
Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
Argentina
TE.(0054-11) 4361-3700/6647
SUMATE!!!!
Sumate a la fuerza de la
unidad
 
Teatro La Máscara
 
CTERA
 
CTA
 
CTA
 
Internacionakl de la Educación
Internacional de la
Educación
Sección > Revista pedagógica
Ver otros títulos de la Sección
Categoría: Home
Mapa del Sitio
Vivir al día

Revista La Educación en nuestras manos, N° 74, Noviembre de 2005

Empleos precarios, de baja calidad, sin cobertura social, estabilidad, ni garantías. Estos son los trabajos que aguardan a la mayoría de los jóvenes. Sin embargo, en la alta rotación entre empleos, ocupaciones y empresas, los jóvenes desarrollan nuevas estrategias de socialización y de lucha.

Ver el artículo en formato pdf

Reportaje a Oscar Martínez. Taller de Estudios Laborales

La Educación en nuestras manos: ¿Cuál es el panorama que enfrenta un joven que se quiere incorporar al mundo del trabajo?
Oscar Martínez: Si bien en el último tiempo está aumentando la creación de puestos formales, cosa que anteriormente era pura destrucción, de todos modos lo que sigue creciendo a nivel del conjunto de la fuerza de trabajo son puestos precarios, de baja calidad, en negro, sin ningún tipo de cobertura, de estabilidad, de garantías. Incluso muchos de los puestos legales que se crean son precarios: falsos cuentapropistas, contratos de locación de servicios o de locación de obra, distintas modalidades de contratos a prueba, pseudo pasantías, pseudo becas. Esto, que es general, en el caso de los jóvenes es mucho más grave. Los puestos de trabajo que se crean para ellos son precarios y fundamentalmente en negro, y los legales son poco calificados, con una alta rotación.

EM: Se dice que hoy se requieren puestos de trabajo calificado y no hay mano de obra calificada.
O.M.: Es cierto para un sector muy acotado de la industria y algunos sectores muy puntuales de los servicios, pero no afecta a los jóvenes. La calificación que se pide no es la formal sino una calificación en el trabajo. Hacen falta técnicos en matricería, por ejemplo, pero un matricero no se forma ni en la escuela secundaria ni en un par de años. No es que hay desocupación porque no hay mano de obra calificada; hay desocupación porque la estructura económica no genera suficiente cantidad de puestos de trabajo. En términos generales, los puestos que se están generando a todo nivel son puestos que pueden tener más o menos prestigio pero no son calificados. Un caso, por ejemplo, es el de “data entry”, que por usar una computadora parece que tiene un poco más de prestigio social pero es absolutamente descalificado; además lo común es que se tomen data-entry para tareas puntuales que llevan uno o dos meses y luego se acaba el trabajo. Que haya requerimientos de gente con estudios secundarios o universitarios no quiere decir que el trabajo sea muy calificado. En un momento de sobreoferta de mano de obra la patronal puede darse el gusto de tener un repositor con estudios secundarios, lo cual le permite pedirle que haga algún trabajito en especial; pero no es un requerimiento del puesto de trabajo.

EM: Decías antes, que además de poco calificados son trabajos de alta rotación. ¿Qué consecuencias tiene esto?
O.M.: El mundo laboral para los jóvenes es un mundo de rotación entre la ocupación y la desocupación, y rotación entre ramas de actividad y empresas. Los adultos de otra generación comenzábamos rotando pero de a poco nos íbamos acomodando en lo que iba a ser nuestro oficio o profesión o en alguna empresa. Empezaba ahí una cuestión de identificación personal con esa profesión u ocupación. Con los jóvenes está pasando algo totalmente distinto. El futuro, para ellos, no es una cuestión planteada en esos términos. Es vivir al momento, es conseguir un contrato a tres o a seis meses y después verán lo que viene. La gente adulta que se quedó sin trabajo vive esto con una fuerte angustia porque está esperando siempre algo estable; esta situación los jóvenes la viven de manera distinta porque para ellos “el mundo es así”.

EM: ¿Qué produce esta experiencia de rotación en el trabajo?
O.M.: Por supuesto pone trabas muy fuertes a cualquier proyecto de vida porque es difícil pensar una vida si uno no sabe cuánto va a ganar, ni dónde va a trabajar, ni en qué horario. Sin embargo, genera también una socialización de experiencias interesantes. Antes el bancario era bancario y el tornero era tornero, tenían un anclaje muy fuerte en eso, pero no conocían el resto. Hoy los jóvenes pueden intercambiar y charlar entre ellos sobre distintas experiencias laborales y sindicales. Creo que esto también tiene consecuencias interesantes en cuanto a su actitud de lucha; porque “como voy a quedar en la calle de cualquier manera”, esa rotación, que desde las patronales es una herramienta de disciplinamiento, se transforma en todo lo contrario.

EM: Sin embargo se suele decir que los jóvenes son apáticos, que no les interesa nada, no luchan.
O.M.: Uno ve en los conflictos de telefónica, del subte, de algunos bancos, los Mc Donalds, los motoqueros, que esos que supuestamente no se interesan en nada, no sólo luchan sino que más de una vez están en la vanguardia de la lucha. Como no traen una cultura sindical que tiene que ver con otro tipo de modelo de país y de forma laboral, son mucho más flexibles e imaginativos en cuanto a cómo pelear. Es bastante interesante ver, por ejemplo, cómo han desarrollado herramientas comunicacionales como revistitas, correos electrónicos, etc. O cómo tienen toda una cultura del recital o de la cancha para enfrentar a la policía. Todo esto va conformando un saber de clase, que es el que explica que algunos conflictos de los últimos tiempos se han podido ganar con los jóvenes en la primera línea, jóvenes que supuestamente no tenían ninguna experiencia ni trayectoria sindical. Hoy hay niveles de lucha y de organización mayores que hace cinco años. Y en este cambio los jóvenes han tenido mucho que ver.


Aprender a mentir

Uno de los sectores que está pidiendo mucha mano de obra joven es el de los “call-center”. Tienen que ver con la atención telefónica al cliente, ya sea para resolver problemas -como el 112 ó 110 de las telefónicas, los centros de atención de las tarjetas de crédito o los bancos- o los de tele-marketing. Como son servicios muy fáciles de armar y desarmar, la devaluación del peso permitió que Argentina sea competitiva en esto. En EEUU, tanto las ventas de pasajes aéreos, como la atención de tarjetas de crédito o los servicios de grandes empresas como Microsoft, tienen sus call-center fuera del país, porque el costo hora de un operador telefónico en el exterior es la tercera o cuarta parte de lo que es en EEUU. Los call-center no sólo están en países pobres, sino dentro de ellos en las localidades más pobres. Por ejemplo, en Argentina las empresas telefónicas, para no tener que enfrentarse con el sindicato de Capital que es el más combativo, están tratando de transferir todos los centros de llamada a lugares del interior no sindicalizados o con sindicatos pro patronales. Para este trabajo no hace falta una supercalificación, sí hace falta manejo de idiomas porque se atiende a clientes de distintos países. Para muchos jóvenes es su primer trabajo y aunque parezca mentira es destructor, hay pibes que terminan muy mal. Hay que atender cientos de llamados por día y no hay períodos de descanso. Un trabajador de Telefónica decía “lo que aprendí en el call center es a impostar la voz y a mentir”.


“Competencias laborales” y educación

Hay cierto discurso instalado que dice que cada persona tiene que gestionar sus “competencias laborales” para ser “empleable”. No discute cómo cambiar el mundo del trabajo, sino que convalida el modelo existente, profundamente injusto. El problema de que no haya trabajo queda en la víctima, tiene que ver cómo se acomoda o se ajusta. El discurso de las competencias laborales se vincula al llamado toyotismo, que son nuevas estrategias diseñadas por empresarios pero difundidas desde el mundo académico sin tener noción de cómo afecta en el puesto de trabajo en términos de intensificación del trabajo, de falta de tiempos de descanso, de fuerte competencia con el compañero (por ejemplo, el “empleado del mes” de los Mc Donalds). “Karoshi” -que significa lo que queda del limón cuando fue exprimido- es el término que aplican los japoneses para denominar a una enfermedad por agotamiento laboral que lleva a la muerte y que tiene que ver con estos nuevos métodos de trabajo. Para estos discursos la educación es un instrumento para el empleo inmediato. No para aprender a pensar, a crear, a desarrollarse en la vida, sino para que uno pueda desarrollarse en el empleo en forma inmediata. Es un empobrecimiento muy fuerte de la educación. La educación tendría que servir para tomar distancia y analizar qué significa la desocupación, el trabajo extenuante, la salud laboral y, sobre todo, qué mundo queremos, qué trabajo queremos.

05/12/2005